Hoy me gustaría escribir sobre un tema que he estado hablando entre amigos, y que me llama la atención: el uso e influencia social de las nuevas formas de comunicación.
Como buen psicólogo «pesao», empezaremos el post hablando de los grupos.
Cuando la gente piensa en un grupo, suele pensar típicamente en una aglomeración de individuos dentro de una situación concreta (ej. una familia en el salón de su casa, un equipo de fútbol entrenando, trabajadores en su entorno laboral, o unos amigos charlando de sus cosas en una cafetería). Esos, sin duda, son genuinamente grupos, tal y como han sido descritos tradicionalmente por disciplinas como la Psicología Social.
Más allá de estos ejemplos, cada vez es más y más común observar, gracias a internet, otra serie de entornos comunicativos, y redes sociales como Whatsapp, Twitter, Facebook y otros forman parte ya de nuestra vida diaria.
Hoy en día, nadie puede negar que estas plataformas han transformado el día a día de la gente, y esto incluye a sus grupos. Las pandillas, equipos de trabajo, familias e incluso amantes ya no necesitan verse cara a cara para comunicarse al instante, y éste entorno virtual dónde ahora se emplazan influencia sin duda sus dinámicas.
Estoy convencido que prácticamente todos nosotros, con diferentes tipos de reacciones, hemos experienciado como la mente de la persona con la que compartes espacio físico se encuentra sumergida en dichos entornos, o tú eras el que lo hacía.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué esa facilidad a recurrir a ello? Porque son unos yonkos, dirán los más afilados. Porque con quien está comunicándose virtualmente es más interesante que tú, dirán algunos. Porque tenían que responder a algo que no podían postergar, dirán otros. He perdido interés en el post, a ver si ligo con alguien en Tinder, dirán otros pocos…
Si no es así, “dale caña pabajo”, apreciado lector.
Interacción social e implicación emocional.
El juego del ultimatum es una herramienta muy conocida en el estudio de las implicaciones psicológicas de la interacción social.
En un ejemplo prototípico del juego, a Pepe (o jugador A) se le propone que reparta una determinada cantidad de dinero (pongamos 100€) con Antonia (o jugador B), según le convenga, haciendo una única y definitiva propuesta (pues te voy a dar 30 y me quedo con 70, por ejemplo).
Antonia, por su parte, podrá aceptar o no dicha propuesta. En caso de no aceptar, ningún jugador ganaría nada. Por el contrario, si acepta se procede al reparto según la propuesta realizada, por Pepe.
Pues bien, se ha descubierto que propuestas “injustas” (donde se ofrece 30% del dinero o menos) son rechazadas con mucha más contundencia si el que ofrece dicha propuesta es humano que si es un ordenador. Parece que si es humano nos da más coraje, y ésta hipótesis se ve corroborada a través de estudios de neuroimagen, donde la interacción social humana injusta activa regiones relacionadas con el dolor y el estrés, y otra serie de áreas cerebrales que se relacionan con la generación de inferencias sobre otros seres humanos (ej. pues Pepe es un capullo… ¿Por qué hace eso? ¿Qué se habrá creido? «Le vi reventá»).
Todo esto sugiere que la interacción con la persona requiere mucha más implicación emocional y esfuerzo cognitivo que la interacción con un ordenador, más partes del cerebro activadas y toda esa movida que brota involuntariamente con nuestro pobre Pepe.
Claves de la comunicación online: el papel de la comunicación no verbal.
Hoy en día se sabe que en las interacciones personales el contenido verbal (el mensaje) sólo es un componente más de la situación comunicativa. Es más, la mayoría de conversaciones cotidianas están basadas casi enteramente en claves no verbales, tales como las expresiones faciales, el tono de la voz, los gestos, el lenguaje corporal, el contacto visual e incluso la distancia física entre los interlocutores.
Percibiendo estas variables añadimos un nivel más de profundidad, y obtenemos más información que nos permite inferir las intenciones de la otra persona, su implicación en la conversación, si están relajados o estresados, si se sienten atraídos por nosotros… pero nos demandan más esfuerzo cognitivo y emocional que si sustituimos dichas variables por emoticonos o signos de puntuación.
Las redes sociales, en definitiva, son una nueva herramienta maravillosa para ciertos fines (ponerte en contacto con muchísima gente, entretenerte, compartir información interesante como música, blogs, etc.), pero percibamos cuándo y cuánto abusamos de ellas, en detrimento de una vida social más rica.
Esforzémonos en encontrar el equilibrio, yo creo que merece la pena.